La génesis de la botella
La Botella de vidrio: historia y curiosidades. Nuestra historia empieza hace unos 6000 años, cuando los humanos descubrieron que la fermentación de las uvas producía una bebida sabrosa. Sin embargo, también se dieron cuenta de que el delicioso néctar se desperdiciaba rápidamente. No se podía almacenar por mucho tiempo en los contenedores disponibles en aquel momento. No fue hasta la invención de la botella de vidrio sellada en el siglo XVII que la bebida, que estaba destinada a ser consumida rápidamente, se convirtió en la bebida deliciosamente refinada que hoy reconocemos como vino. Vamos a descubrir cómo ha evolucionado la botella a lo largo de los siglos hasta nuestros días.
Las ánforas
El conocimiento de la maduración del vino en ánforas bien selladas ya estaba muy extendido en la antigua Grecia y, en particular, entre los romanos. Incluso sabían cómo sellar estos recipientes con escayola o barro. Sin embargo, como muchos logros del mundo antiguo, este conocimiento se perdió en gran medida en la Edad Media. Durante muchos siglos, el vino se almacenó y vendió simplemente en barriles y cubos. Luego se distribuía en cubiletes o cántaros para ser consumido. Sin embargo, la calidad y las condiciones higiénicas de estos recipientes -que en algunos casos eran simplemente pieles de cuero- hacían que el vino se oxidara rápidamente. La oxidación le hacía perder su sabor, o la bacteria acetobacter aceti, particularmente activa, lo transformaba en vinagre en contacto con el oxígeno. Por lo tanto, los barriles siempre debían mantenerse lo más llenos posible para minimizar la superficie de contacto con el aire, o debían terminarse con bastante rapidez.
La jarra de piedra, el antepasado de la botella
Las formas iniciales de las botellas derivan de los cántaros de piedra que se utilizaban para sacar el vino de la barrica. A medida que evolucionaron, la tendencia fue hacia contenedores con un cuello más estrecho y, en última instancia, por lo tanto, capaces de ser sellados. Las primeras botellas se fabricaban con materiales como el estaño, el peltre o la madera.
El uso del vidrio
Las primeras botellas de vino se generalizaron en el siglo XVIII, aunque los primeros ejemplares se remontan a varios siglos antes. Al ser químicamente neutro y totalmente impermeable, el material demostró ser ideal para el vino. Sin embargo, dado que el vidrio era un producto extremadamente lujoso y también extremadamente frágil en ese momento, solo la nobleza y la clase comercial particularmente rica podían permitirse las costosas botellas de vidrio, y eso solo para valiosas variedades de uva. Una reliquia de esta época, cuando se buscaba proteger el vidrio sensible y costoso de la rotura, y que aún hoy se puede ver es la tradicional botella de Chianti conocida como fiasco, que tiene un cuerpo envuelto en paja y, aún hoy, se puede comprar como recuerdo en la zona de Toscana.
Las primeras botellas de vidrio
Los primeros modelos de botellas de vino sopladas datan precisamente de la segunda década del 1700, en Inglaterra, Francia y, sobretodo, en Italia por los famosos sopladores de Venecia (Murano) y tenían en su mayoría forma de cuenco. Aunque se cuenta que en 1652, en Inglaterra, Sir Kenelm Digby, un extraño empresario y maestro vidriero, creó lo que él mismo llamó la «Botella Inglesa», es decir, la botella de vidrio moderna utilizada para almacenar y transportar el vino. Sin olvidarnos que furon los ingleses, inspirados siempre por los venecianos, quienes se encargaron de fabricar las botellas de vidrio más grueso y resistente para los emergentes productores de Champagne a principios del ‘700.
La llegada del corcho
Durante mucho tiempo se utilizaron nudos de cuero o tela, tapones de cera o madera y, más tarde, tapones de vidrio esmerilado para sellar las primeras botellas. Sin embargo, el punto de inflexión definitivo para la botella de vino no se produjo hasta el redescubrimiento de los tapones de corcho elaborados a partir de la corteza de alcornoques (quercus suber) italianos (en particular de Cerdeña), españoles y portugueses que, gracias a su elasticidad y estabilidad, fueron los primeros en proporcionar un cierre verdaderamente hermético y perdurable en el tiempo, permitiendo así que el llamado néctar de los dioses madurase lentamente.
El avance de la botella de vidrio
Con el tiempo, el diseño fue cambiando para obtener botellas de forma más alargada y más prácticas, tanto para el servicio como para el transporte del vino. A finales del siglo XIX se inició la producción «industrial» de botellas. Hoy en día existen diferentes variedades de botellas, desde la bordelesa que representa la botella por excelencia, normalmente oscura para los vinos tintos o verde claro para los blancos, hasta la albesia, una botella oscura para favorecer la crianza del vino, estilo burdeos, con un hombro más bajo y un cuerpo más abultado para los grandes vinos de Borgoña, estilo champagnotta, dedicado a los vinos espumosos y al champán. El vidrio, además de mantener inalterado el sabor del vino, es reciclable y por tanto tiene un bajo impacto ambiental. Si queréis saber más sobre los formatos y las diferentes botellas podéis consultar el artículo Botellas de vino: tipologías y características.
¿Por qué 750 ml?
El tamaño estándar de las botellas de vino es algo tan consolidado en nuestra imaginación que lo damos por hecho. Pero si nos detenemos a reflexionar un segundo, surge la pregunta: ¿por qué las botellas de vino contienen 750ml? ¿Por qué no 500ml o un litro? ¿De qué depende este extraño término medio? Naturalmente no existe ninguna ley que prohíba el embotellado de vino en recipientes de otros tamaños. Sin embargo, de hecho en 1975 una directiva de la CEE decretó que los envases dedicados al vino sólo podían tener capacidades de 25 cl, 37,5 cl, 50 cl, 75 cl, 1 litro y 1,5 litros. Hay varias teorías sobre por qué la gran mayoría de las opciones recayeron en botellas de 75 cl.
Primera teoría
La primera y más antigua de estas teorías remonta los orígenes de la botella de 750ml al siglo XVIII y ¡los relaciona con la capacidad pulmonar de los sopladores de vidrio de la época! De hecho, se dice que los maestros vidrieros eran capaces de soplar y dar forma a botellas que no superaban la capacidad de 65-75 cl de una sola vez. Con el tiempo, se estandarizó la producción de botellas con el formato de capacidad máxima, concretamente de 750 ml.
Segunda teoría
Una segunda teoría se refiere al comercio del vino en el siglo XVII-XVIII. En ese momento, el Reino Unido comenzó a importar masivamente vino de Francia. Tradicionalmente, las cajas anglosajonas para transportar licores contenían 2 galones, lo que equivale a unos 9 litros. Por razones de practicidad, se decidió llenar este espacio con una serie de botellas que también fuesen ventajosas para el comercio. Así, en cada caja cabían 12 botellas de 750 ml. Incluso hoy en día, las mismas cajas de transporte de vino en EE. UU. y el Reino Unido (y en muchas otras partes del mundo) tienen una capacidad de 2 galones = 12 botellas de 75 cl. Teniendo todos estos antecedentes con un claro sabor británico, no resulta extraño, por tanto, que la fabricación de las botellas de cristal en serie surgiera en la ciudad inglesa de Bristol en 1821 con un tamaño y forma muy parecida a la actual.
Más teorías
Según una tercera teoría, este formato se eligió por necesidades ¡de una taberna! De hecho, 750 ml corresponden a 6 vasos de 125 ml, la capacidad típica de un vaso de taberna normal. Partiendo de esta suposición, los posaderos sabían, pues, cuántas botellas descorchar para poder servir el número justo de vasos solicitados por los clientes. Existen también teorías más o menos imaginativas que se refieren siempre a enrevesados cálculos matemáticos que, desde hace tiempos más o menos remotos, se habrían realizado para comerciar con vino. Una es que por 1Kg de uva se extrae un 75% de zumo, es decir 0,75 litros. El hecho es que, como ocurre con otras curiosidades enológicas, quizás también este sea otro de los fascinantes misterios del mundo del vino sin resolver.